domingo, 14 de noviembre de 2010

DAVID

Lo bello no se recuerda, se vive. Ayer lo viví en el autobús que me lleva al trabajo.  Y…


 

…“Como no esperaba la amable aparición, como le sorprendió descuidado, no tuvo tiempo de componer tranquila y dignamente la expresión de su rostro. Así, cuando su mirada tropezó con la del muchacho, debieron de expresarse abiertamente en ella la alegría, la sorpresa, la admiración. En aquel instante Tadzio le sonrió. Le sonrió expresiva, confiada y acogedoramente, con labios que se abrían lentamente a la alegría. Era la sonrisa de Narciso al inclinarse sobre el agua, aquella sonrisa profunda, encantada, deleitable, que acompaña a los brazos que se tienden al reflejo de la propia belleza, una sonrisa ligeramente contraída por el beso imposible de su sombra incitante, curiosa y ligeramente atormentada, transformada y transformadora. Aquella sonrisa fue recibida como un obsequio fatal. Aschenbach se conmovió tan profundamente, que se vio obligado a huir de la luz de la terraza, del jardín y buscar apresuradamente el refugio de la oscuridad de la parte posterior del parque. Allí se le escaparon amonestaciones, singularmente indignadas y tiernas a la vez: ‘¡No debes sonreír así! ¡No se debe sonreír así a nadie!”.